VOLVER AL GENESIS
¡Cuántas verdades, cuántas mentiras devoran el tic-tac de los frelojes!.
!Cuántos colores se amalgaman en lo negro de la noche que escapa de mis ojos!. Tantas preguntas, como sucesivos comienzos se engarzan en la punta de los pies, o en el centro del ombligo y sin embargo, no alcanzan para llegar a la hoguera del cerebro. Seguir preguntando siempre, a cada instante, con las uñas aferradas a invisibles escaleras donde encontraré respuestas o fugaces destellos de silencio. Y mañana; ¿en qué manos el sol irreverente clavará su puñal?, ¿en las otras?, en las ajenas?, ¿en estas mías que ya no me pertencen aunque sangren mutiladas y frías?.
El dolor de mis manos es dulce, anónimo, resignado, pero fuerte para continuar pariendo metáforas, como un cordón umbilical aferrado al poema. ¿Dónde están las palabras, las señales, los íconos que pueblan la piel de los versos?. ¿En qué Olimpo sin dioses ni guijarros habrá de morir la espalda de la luna?.
Las preguntas continúan, rodean mi cintura, las puntas de los pies y el centro del ombligo. Y sigo aquí, parado sobre cada peldaño sin llegar al límite, ¿ y mañana qué?
Volveré al genésis, a esa rueda gigante que atrapa centímetro a centímetro mi lengua, mi traje amarillo y mis tardes vestidas de esperanzas. Pero el útero ileso, ha de seguir engendrando sueños, aferrado al poema con su piel en mi piel. Y los dioses, los guijarros, el centro del ombligo, la punta de los pies, el tic-tac de los relojes y mi lengua fragmentada, se unirán a la espalda de la luna...
¡Cuántas verdades, cuántas mentiras devoran el tic-tac de los frelojes!.
!Cuántos colores se amalgaman en lo negro de la noche que escapa de mis ojos!. Tantas preguntas, como sucesivos comienzos se engarzan en la punta de los pies, o en el centro del ombligo y sin embargo, no alcanzan para llegar a la hoguera del cerebro. Seguir preguntando siempre, a cada instante, con las uñas aferradas a invisibles escaleras donde encontraré respuestas o fugaces destellos de silencio. Y mañana; ¿en qué manos el sol irreverente clavará su puñal?, ¿en las otras?, en las ajenas?, ¿en estas mías que ya no me pertencen aunque sangren mutiladas y frías?.
El dolor de mis manos es dulce, anónimo, resignado, pero fuerte para continuar pariendo metáforas, como un cordón umbilical aferrado al poema. ¿Dónde están las palabras, las señales, los íconos que pueblan la piel de los versos?. ¿En qué Olimpo sin dioses ni guijarros habrá de morir la espalda de la luna?.
Las preguntas continúan, rodean mi cintura, las puntas de los pies y el centro del ombligo. Y sigo aquí, parado sobre cada peldaño sin llegar al límite, ¿ y mañana qué?
Volveré al genésis, a esa rueda gigante que atrapa centímetro a centímetro mi lengua, mi traje amarillo y mis tardes vestidas de esperanzas. Pero el útero ileso, ha de seguir engendrando sueños, aferrado al poema con su piel en mi piel. Y los dioses, los guijarros, el centro del ombligo, la punta de los pies, el tic-tac de los relojes y mi lengua fragmentada, se unirán a la espalda de la luna...
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