LA CITA DE LOS MARTES
Es martes.
El campo cortado en el horizonte rojo de sol.
Pocas casas, en su mayoría hechas con el sacrificio de las mujeres más que los hombres.
Los hombres andan por allí, detrás de otras polleras, o con una botella de vino durmiendo en sus gargantas.
Edificio de ayuda comunitaria, donde la imagen de una santa está rodeada de flores en forma de margaritas cortadas de hogares silvestres.
Maestras colocan sus voces a un rosario de migas de pan, mientras el olor a humedad sube por las paredes.
Se supone, que aquí estoy para acompañar las voces y darle agua fresca a las flores silvestres. Cuando todo termina, mis ojos se incrustan en la puerta del frente, que corta el horizonte rojo.
El campo como todos los días martes, ha cambiado su fisonomía y de estar quieto, y sin vida, se transforma en el lugar exacto donde desembarcan barcos celestes y aviones grises, porque tiempo atrás, aquel cordón umbilical que unía mi vientre a un retoño, se ha cortado, cuando quiso buscar nuevos acentos.
¿El martes?
Volveré. Y comenzaré a desgranar el rosario de migas de pan, prenderé una vela a la santa en el edificio de ayuda comunitaria, me sumaré a las voces y esperaré a ver en la puerta del frente al horizonte cortado de rojo.
Y otra vez, nacerá la nostalgia…
El campo cortado en el horizonte rojo de sol.
Pocas casas, en su mayoría hechas con el sacrificio de las mujeres más que los hombres.
Los hombres andan por allí, detrás de otras polleras, o con una botella de vino durmiendo en sus gargantas.
Edificio de ayuda comunitaria, donde la imagen de una santa está rodeada de flores en forma de margaritas cortadas de hogares silvestres.
Maestras colocan sus voces a un rosario de migas de pan, mientras el olor a humedad sube por las paredes.
Se supone, que aquí estoy para acompañar las voces y darle agua fresca a las flores silvestres. Cuando todo termina, mis ojos se incrustan en la puerta del frente, que corta el horizonte rojo.
El campo como todos los días martes, ha cambiado su fisonomía y de estar quieto, y sin vida, se transforma en el lugar exacto donde desembarcan barcos celestes y aviones grises, porque tiempo atrás, aquel cordón umbilical que unía mi vientre a un retoño, se ha cortado, cuando quiso buscar nuevos acentos.
¿El martes?
Volveré. Y comenzaré a desgranar el rosario de migas de pan, prenderé una vela a la santa en el edificio de ayuda comunitaria, me sumaré a las voces y esperaré a ver en la puerta del frente al horizonte cortado de rojo.
Y otra vez, nacerá la nostalgia…
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