Memorias de Alexander de Brucco
© Winston Morales Chavarro
XIV
EL CARRO DE ELÍAS
“Me arrepiento de haberme
tomado tanto trabajo en
destruir la ignorancia”.
Roger Bacon.
Inmolo mis poemas para que sobrevivan a la muerte
y las piezas fugitivas de la hoguera
llamean en el borde de la espada como el carro iluminado del profeta.
Elías es su nombre:
viaja en puño de acero, humo y fuego
bruñido el carruaje en su singular espejo
a través del mar y sus orillas.
Elías es su nombre
en dirección ascendente hacia el abismo
-de donde proviene-
el hombre desaparece como una ola,
se doblega como una rama sobre su última esquina,
como un cuchillo sobre su piedra de afilar.
Donde mora un nebuloso ser llamado Dios
Elías irrumpe con su música secreta,
y el universo de expande ante la tonalidad
-constante y simultánea-
de un carro de fuego
montado por un hombre.
Elías es su nombre
nadie sabe su lugar de origen
el sitio exacto por donde dejó la tierra
llegado al punto de lo absoluto y verdadero
todos dicen que fue agarrado también de los cabellos
y obligado a abandonar el mundo de los muertos.
Elías sigue siendo su nombre
así se aparezca en la cima de una extrañísima montaña
transfigurado por la luz
y las emanaciones de otra muerte.
Elías es su nombre
posee el poder de llegar a los lejanos velos
y sacar del flujo magnético del cosmos
el oro, el cinabrio, la sangre, las palabras.
Del mismo modo del que se sirvió
del cáliz y del vino
para llevar su espíritu al mar de las ilimitadas olas
así Elías emprenderá su viaje
por lo manifiesto, por el mundo
hacia un paradigma eterno
-sin duración o calidad-
para despertar a través de la sustancia
en los recovecos de otra blanquísima colina.
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La dulce Aniquirona
© Winston Morales Chavarro
I
Y estoy buscando las voces del camino
para traducirlas
Seguro llevarán tu nombre
He aprendido a interpretar la voz del viento
Esa misma que arrulla las hojas entreabiertas
de tu árbol.
¡Aniquirona, Aniquirona!
te llama el río
y en las gotas frenéticas del aire
va tu aliento prendido a las veletas.
Al cuenco de mis manos
llega impetuoso el sol
con el oro y el trigo de tu cima
¿Debo ascender al principio del lenguaje?
Allí narran las gaviotas
los días difíciles del cielo
el trasbordo misterioso de las nubes
¿Debo traducir el idioma musical de sinsontes y de mirlos
para conocerte?
He de cuestionarme
mujer de largos sueños
e inexplicables trances
¿cuál es el país al que me invitas?
Apenas sé cómo te llamas
Me lo ha contado el río
Y sé que Aniquirona
es el umbral de otros caminos.
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