Eterno retorno
¿Quién a mi en esta hora?
Las horas se tornan marfil
comienza otro movimiento en la ciudad
y yo con intenciones
de seguir bebiéndome la vida
en una sola noche.
Nada que hacer, los bares cierran
se termina el copete y beber en casa
es más aburrido que un lunes
a las nueve de la mañana.
Pateo un árbol inocente
mientras espero locomoción,
arrojo piedras al día para que se vaya.
Serán eternas las ganas de beber
pero no puedo esperar la puta noche
en esta maldita esquina.
Resignada, camino en perfecto zigzag
las dos cuadras que faltan para llegar a casa
donde madre y hermanos esperan
a esta pobre criatura de dios.
Se me olvida, eso era en la infancia
ahora soy grande. Madura. Independiente.
Tanto para decir que vivo sola con mi boca
que a veces extraña una mesa compartida y
un plato de sopa.
La maldita chapa de la puerta,
se corre de su lugar
me esquiva la llave,
no me quiere dejar entrar.
Como siempre el destino
es tan injusto conmigo.
¡Ya! ¡Listo! estoy acostada
con la ropa aún puesta.
Estoy como ángel en semana santa.
Pienso que nunca más. Es la última vez que bebo.
Prometo cuidarme, dejar de beber unos meses.
La verdad, necesito dormir tranquilita
para eso me digo mentiras
a conciencia que después de la resaca
todo comenzará de nuevo.
Antifaz innecesario
Esta es mi máscara. Mujer de esfuerzo y porfía.
Porfiada, testaruda como tronco de álamo.
Esta es mi máscara, Venus doméstica, cotidiana
pariendo versos, limpiando historia, muebles,
sacudiendo estrellas antes que la noche se prenda.
Esta es mi máscara, perra que a solas
Corta el cordón umbilical
Donde nacen fantasmas y pesadillas.
Esta es mi máscara, hembra simple. Quebrada.
Reconstituida. Ignorada. Reconstituida. Hecha mierda.
Reconstituida gracias a estas rodillas que codo a codo
han sabido encontrar Puerta.
Esta es mi máscara, partera de pueblo,
Provinciana de talones partidos
con olor a sauce y ruido de reguero
torso polvoriento entre matas de toronjil
y otras hiervas milenarias.
Esta es mi máscara, mujer magma. A la antigua usanza.
Habitual escribidora. Eterna respiradora de noches seráficas.
Carne pálida entreverada con la memoria
Mujer al fin, cruzando espejos donde las máscaras
No existen.
No se conocen.
No sirven.
Muérete poeta
Que pena Silvia, que pena
A esta puta vida no hay como darle gusto
Te quemas las pestañas pensando
Escribiendo con pulmones
Que amanecen tosiendo por resfrío
Y humo de cigarros bien fumados
Creas poemitas. Cuentitos, una novela
Que postulas y los eruditos rechazan
El jurado entiende de palabritas provincianas
No tienes técnica pueblerina de mierda
No sabes que todo es técnica hoy en día
La penicilina emergente se aprueba
Después del lobby el codazo y la coima
Deja esa postura de poeta o escritora
De no comprar comida para juntar la moneda
Para la botellita de vino y el cigarro
Deja de sacarle punta a la noche
Y amanecer escribiendo que tus creaciones
Son bumerang que nadie recoge
Entiende pendeja, el palo al gato
Así, con cueva, se lo darás
Después que te mueras.
Amantes de una hora
Ayer no pude ausentarme de tí
de abrir la noche al medio día
en ese motel de mala muerte
que nos da vida por cuatro lucas
la hora con derecho a una piscola.
Después de un mes, una hora
con la carne desplegada al viento
lamiendo hasta los suspiros
y el aroma a pisco que intercambiamos
entre cada beso.
Por una hora somos inmorales
pero inmorales felices llenos de lujuria
y pócimas diabólicas
porque sí, estás embrujado
con la tempestad de mi carne.
Ayer después de un mes cayendo
en la rutina cotidiana de lo aceptable
estuvimos vivos, resucitamos
por una hora a la hora de almuerzo
fuimos pintores rayando la obra maestra
con pinceladas de locura.
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