XII.
Llevo la piel atada en jirones:
las raíces atascadas, colgadas como una estola.
Uso el rostro marcado, tengo suelto cada diente:
bailan en mi boca como un puñado de piedras.
Llevo la boca saturada por un vino exquisito,
brebaje rojo:
áspero rezumadero de mis tajos.
Labios abiertos más allá del grito.
Y aún no es bastante.
Dios levantó la piel de mis huesos, dejó los pómulos ventilados,
las venas expuestas,
Perseguidas por la sombra de una extrema delgadez.
El hierro quemó como plancha
y tuve olor a brasa
y a carne asada al mediodía.
Fue la quema de todas mis edades.
Sepultada ante siglos de arena
cubrí los costurones con empastes de hierbas.
Acaricié hasta el hartazgo los duros bordes de las heridas.
Profané su obra en honor a mí.
Esculpí mi rostro para arrebatarme después
ante el reflejo de otros ojos.
La piel se secó, se estiró, se volvió blanca.
Demasiado apremiante mi deseo quedó exhibido ante las bestias.
Recibí grito látigo fiera
Fui desmesurada:
hechicera inmóvil,
atroz maleficio de mis juegos.
Acabé metida en una hoguera
vuelta al revés
devorando uno a uno los pequeños huesos de una rana.
De "El lodo de la estirpe"
V.
Él era imperialmente macho
y a cada nalga le daba su guijarro,
los dientes veloces rompían los breteles
tiraban las migajas.
"Esta boca es para roerte mejor", decía.
- El cortejo era gentil y decadente-
Las manos derramaban mieles
lánguidas, erráticas
Y si parecía poco, qué?
Como cachorros recién bañados
claros, sedosos
emergimos
las enaguas levantadas por el agua.
De "El lodo de la estirpe"
Carnívora
Es hembra circular alumbrada por presagios,
diosa convencional,
ausente sufridora,
vendedora de bromuro y blanca cocaína
Es bienamada niña sola,
enamoran sus brocatos
y duele el terciopelo
de lima de sus labios
Es cierta su fragancia
de carnívora frustada.
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